La ciudad que nunca duerme
Nueva York no es solo una ciudad: es un mundo aparte, una energía, un ritmo, una leyenda. Todo va rápido, todo es inmenso, todo parece posible. Ya sea tu primera o centésima vez, te atrapa de inmediato. Es intensa, es mágica, es Nueva York.
La conocemos por sus imágenes icónicas: el skyline de Manhattan, Times Square, Central Park, la Estatua de la Libertad, los taxis amarillos. Pero vivir la ciudad es otra cosa: caminar, mirar hacia arriba, escuchar idiomas del mundo entero, oler la comida callejera y dejarse sorprender por una esquina inesperada.
Nueva York es una mezcla infinita de barrios. SoHo es artístico y elegante, Harlem es vibrante e histórico, Brooklyn es creativo y relajado, Queens es increíblemente diverso, el Bronx es el alma del hip-hop, y Manhattan es el motor que impulsa todo. Cada quien encuentra su propia Nueva York.
Es también una capital global de la cultura, la moda, las finanzas, la gastronomía y, sobre todo… del arte vivo. Museos icónicos (Met, MoMA, Guggenheim), musicales de Broadway, galerías de vanguardia en Chelsea, jazz en sótanos de Greenwich Village: aquí, cada noche es un espectáculo.
Y por supuesto, Nueva York vive el deporte con pasión: los Knicks y Nets en la NBA, los Yankees y Mets en béisbol, los Giants y Jets en fútbol americano, los Rangers en hockey… sin olvidar el maratón de Nueva York, famoso en todo el planeta. No importa el deporte: en Nueva York, se siente en el alma.
Lo que hace única a esta ciudad es esa mezcla de intensidad e inspiración. Todo es extremo: las luces, los retos, los sueños. Se viene a triunfar, a perderse, a encontrarse, a reinventarse. Y aunque uno se vaya, Nueva York nunca te deja del todo.
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